La encrucijada que vive nuestro país, exige que en medio de la coyuntura, tomemos tiempo para reflexionar sobre las debilidades de nuestro sistema político y las razones que han lo han conducido a su crisis terminal.
En palabras de Robert Dahl, un sistema político es un conjunto estable de relaciones humanas que implican, en medida significativa, relaciones de poder, de gobierno o de autoridad. En esta articulación de relaciones, se produce lo que David Easton denomina, una asignación autoritaria de valor.
Los problemas específicos de los sistemas políticos tienen que ver con la expresión de sus demandas, la reducción de las exigencias, el problemas de los apoyos y los mecanismos de evaluación.
El Sistema Político Venezolano (SPV) resume , en gran medida, las transiciones políticas de nuestra historia. Para profundizar en la crisis política venezolana, debemos reconocer las condiciones en las que se inició la democracia en Venezuela.
En medio de una enorme inestabilidad política, el trienio de 1945-1948 representa el primer ensayo democrático de Venezuela, a través de unas elecciones directas, en un país que durante más de un cuarto de siglo, había padecido una abominable tiranía.
Sin embargo, este ensayo democrático sufrió una interrupción autoritaria, por parte de los mismos militares que expulsaron del poder a Medina Angarita en el 45. Durante los siguientes diez años, nuestro país de nuevo vivió una terrible dictadura, esta vez “modernizadora”, pero no por ello, menos cruel.
En el año 1958 los principales actores del SPV, en evidente acto de madurez, suscriben el Pacto de Puntofijo, para fijar las bases del modelo democrático venezolano. Las experiencias del pasado, dejaron claro que la hegemonía política, representaba el principal obstáculo para la consolidación de un régimen de libertades.
Este acuerdo, significaba la fijación de las reglas del juego político, en lo que habría de ser un compromiso por preservar la estabilidad del naciente sistema.
Las condiciones económicas del país, al convertirse nuestra renta petrolera en el factor dinamizador, facilitaron la configuración de un modelo de relaciones de Estado, que entre otras, consolidó el Sistema Populista de Conciliación de Élites, definido por J.C. Rey como el entramado de una pluralidad de intereses sociales, económicos y políticos, que apoyándose en la abundancia de recursos económicos, un por entonces, bajo nivel (simplicidad) de las demandas y la capacidad de las organizaciones políticas (partidos y asociaciones civiles) para canalizar las demandas, permitieron una significativa etapa de estabilidad política.
Ahora bien, la crisis del modelo rentista, en el que el petróleo ha sido la principal actividad productiva y la única fuente rentística, generó serios cuestionamientos hacia un Estado hiperactivo (Estado de Bienestar) que como rasgos característicos, subsidiaba, intervenía, protegía y regulaba, mediante mecanismos utilitarios que estimularan la adhesión de la sociedad al sistema, para luego evolucionar hacia mecanismos valorativos.
Esta aspiración fue truncada, entre otras razones, por la cultura clientelar instaurada, gracias a la consolidación de la partidocracia en sustitución del Estado de Partidos, definido por A. Brewer-Carías.
Las primeras señales de alarma, tiene lugar en 1989 y 1992. La explosión social de febrero y marzo de 1989, conocida como el “Caracazo” fue el comienzo de una serie de eventos de gran significación política. Para febrero y noviembre de 1992, la crisis política era inocultable.
Las reacciones del SPV fueron más bien tímidas, ante la magnitud del problema en gestación. El proceso de Descentralización Político-Administrativa iniciado en 1989, fue interpretado como una reacción, una medida ante el impacto de la crisis política.
La realidad resultó ser mucho más compleja de lo que la clase política venezolana estimaba. Ello explica la crisis de representatitividad, pues la sociedad ha interpretado que su dirigencia política ha sido superada por sus demandas.
En 1993 ocurre el detonante de la crisis terminal del SPV, al producirse la ruptura del bipartidismo y un aumento considerable de la abstención como manifestación política. De allí al fenómeno chavista fue sólo un paso.
Un balance preliminar arroja datos significativos:
1.- El no haber redefinido el modelo socioeconómico, permitió que la nación concibiera al Estado como un ente proveedor, sin que pudiera consolidarse una verdadera cultura de trabajo productivo.
2.- El Estado asumió tan diversas y complejas responsabilidades, que hasta la felicidad, es un mandato constitucional. Cuando su incapacidad para procesar o satisfacer demandas se vio comprometida por la insuficiencia de recursos, en lugar de estimular la diversificación de la economía, profundizó su intervencionismo (a pesar del proceso privatizador emprendido) al regular el proceso económico, implementando medidas, sin considerar las políticas sociales complementarias.
3.- Los partidos políticos asumieron un rol mediatizador, desconociendo que la sociedad venezolana, había madurado políticamente, que ya no necesitaba de tutelaje, sobrepasando a la clase política criolla.
4.- La sociedad comenzó a cuestionar la democracia, interpretando que el sistema político comprometía el modelo. Eso fue lo que estimuló una suerte de “coqueteo” con fórmulas autoritarias, justificándolo en la necesidad de disciplinar el ejercicio del poder.
5.- El daño hecho a la idea de la democracia, como una forma de vida, producto de los abusos de la clase política tradicional, exige una nueva interpretación de la representatividad política.