De la democracia
La Democracia no fue siempre el gobierno ideal que deriva de su traducción del griego “gobierno del pueblo”. En la antigüedad, tanto Platón como Aristóteles eran contrarios a esta forma de gobierno, por considerarla (Aristóteles) una forma impura de la República.
Con la consolidación del Liberalismo Político, la democracia enfrentó marcadas diferencias, en virtud de los contrastes entre la filosofía individualista y la voluntad mayoritaria. A pesar de ello, la democracia liberal habría de convertirse en una aspiración formal de las sociedades desarrolladas, producto de la evolución de las expectativas sociales y de las respuestas generadas, al extremo de provocar posiciones como la de Francis Fukuyama, quien en 1989 desató una intensa polémica al afirmar que estábamos cerca del fin de la historia: “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad, la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano.” (The National Interest, p.3-18).
Sin embargo, ¿no parece una discusión estéril dilucidar si es liberal o conservadora; representativa o participativa cuando ni siquiera tenemos claro qué es democracia?, porque si no fuese el caso, no estaríamos protagonizando ésta situación de colapso moral e institucional. Lo de gobierno del pueblo luce demasiado simplista, pues ya para comienzos del siglo XIX la democracia trascendía el esquema de las formas de gobierno para plantear una forma de vida: porque de eso se trata la democracia, de una forma de vida, aunque algunas funestas minorías se hayan empeñado en demostrar lo contrario, reduciéndolo a un mero debate de partidos.
En la obra que resume la esencia de la democracia estadounidense Goverment by the people (Burns, Peltason y Cronin , Prentice-Hall, 1984), señalaban que “la democracia requiere de cierto tipo de fe y de cierto tipo de escepticismo, pues es la fe democrática quien reconoce que la voluntad de la gente es la única fuente legítima de cualquier gobierno.” En otro pasaje, recuerdan que no es conveniente demasiado poder en un grupo, y citan a Thomas Jefferson quien decía que “todo gobierno degenera cuando es confiado solamente a los gobernantes, pues la gente misma es segura depositaria del gobierno.”
Otro aspecto determinante de la naturaleza democrática de una sociedad, (1984,p.570) es que “la prueba final para la democracia es la existencia legal de una oposición oficialmente reconocida. Una característica fundamental de una democracia es que no sólo reconoce la necesidad para la libre organización de visiones opuestas, sino que fomenta positivamente su organización. La libertad de expresión política y el disenso son indispensables, aún la libertad para exteriorizar la ausencia de razón, de manera que el buen sentido no reconocido, tenga oportunidad de ser escuchado… En democracia el debate, el cuestionamiento actúa como válvula de escape, lo contrario es temerle al autogobierno.”
En democracia tenemos que darle tanto valor a las opiniones de otros como a las propias, pues sobre esa libertad es que se construye la democracia como forma de vida. En democracia no se aplasta al adversario quitándole espacio, no se hunde al contrario aprovechándose de los recursos que otorga el poder; aquí ya no cabe más el silencio, debe retumbar la opinión de todos, ahora no aceptamos más la amenaza, exigimos valentía para defender las posiciones, vivir en democracia implica un proceso continuo de logros y cesiones: porque en democracia no hay ganadores solitarios.
María Isabel Puerta R.
2002