A veces la necesidad de cambio parece más un clamor que un proceso arduo de definición de una perspectiva, ahí puede encontrarse su debilidad. El propósito del cambio es la superación de aquello que se percibe como una perturbación del bienestar. Las motivaciones para el cambio deben trascender el simple deseo para que sea posible su materialización. Eso representa un reto de dimensiones considerables para cualquier sociedad. En Venezuela ese momento llegó.
Lo que nos mueve
Cuando algo no funciona, la reacción más humana frente a ello es el deseo de cambio, como un legítimo derecho a la superación de la adversidad; el cambio es la promesa de transformar aquello que agobia, que oprime. Pero el cambio es por supuesto mucho más que un anhelo, es un motor de lucha en el sentido del esfuerzo para alcanzar un objetivo. Por esa razón, hablar de cambio en el ámbito político o social, es mucho más complejo.
En política, esa necesidad de cambio está asociada -aunque no exclusivamente- a la búsqueda de otras opciones. Generalmente se plantea la discusión política en torno a propuestas, en las que se persigue identificar una situación crítica (diagnóstico) para proponer un conjunto de prescripciones que permitan reducir la brecha con la situación ideal. Nada más eso, representa un enorme reto para cualquier sociedad.
El camino del cambio
¿Pero por qué no exclusivamente? Porque como seres racionales que somos, tenemos la posibilidad (¿o el deber?) de rectificar, sobre todo en circunstancias en las que el cambio implica riesgos o las divisiones de la sociedad lo hacen inviable. Es ahí donde ese cambio está antecedido por esfuerzos de acercamiento que permitan generar acciones concretas que incidan sobre la brecha (situación ideal – situación crítica).
En nuestra historia política, tenemos suficientes experiencias en cuanto a fracasos y rectificaciones. Sin embargo, rectificar no es suficiente para generar un cambio, es necesario demostrar disposición para superar las diferencias y hacer los esfuerzos por alcanzar acuerdos concretos. Porque solamente a través de acuerdos, que sean consecuencia de la identificación de aspiraciones comunes, es que la rectificación puede conducir al cambio.
Lo que conduce a un cambio
El cambio político puede nacer de la necesidad o de la frustración. Pero ninguna de esas condiciones por sí sola es suficiente para conseguirlo. Es imprescindible además de la voluntad, la claridad en los propósitos de ese cambio. Cuando se trata de superar una situación crítica, la alternativa debe expresarse de forma transparente y además encarnar una oferta creíble, para que pueda generar confianza.
En este sentido, resulta razonable pensar que mientras no exista una propuesta que represente de forma honesta la posibilidad de transformación del presente, es más probable que persista el respaldo popular al modelo vigente (causante o asociado a la situación crítica): mientras el 67,8% percibe como negativa la situación del país [de acuerdo al Perfil de Junio de Consultores 21], el 62,7% considera como responsable de los problemas del país al Presidente Maduro, pero solo el 36,1% considera su gestión como “muy mala“. Esto debe ser objeto de interés por parte de todos aquellos que creen que promover el cambio basta solo como anhelo para lograr respaldo.
¿Cuándo vamos a salir de esto?
A la pregunta de ¿cuándo vamos a salir de esto?, muy posiblemente será cuando dejemos de verla como una condición transitoria, una mera coyuntura, ignorando las circunstancias estructurales en las que se encuentra el país, 73% considera que la inseguridad es el principal problema del país, el 64% cree que es la escasez y el desabastecimiento, el 23% señala el desempleo y el 16,5% refiere el alto costo de la vida. [según la última encuesta de Delphos]. El deterioro de Venezuela en los últimos quince años se está expresando en una profunda crisis política, económica y social que requiere de respuestas inmediatas, que pasan por un gran acuerdo nacional.
Hablar de la Unidad de la Oposición ya no es suficiente, es necesario hablar de la Unidad del país frente a la crisis, en ello radica el verdadero cambio. No podemos plantearnos la superación de una crisis estructural como la que vive Venezuela sin tomar en cuenta a todos los sectores políticos, económicos y sociales. No se trata de convencer a quienes están convencidos de la crisis y su origen, es impostergable encontrar espacios en común con aquellos que se resisten a reconocer la realidad. Una pista puede encontrarse en lo que señala Eugenio Martínez en su Blog: “El consenso entre no chavistas e independientes aparece cuando se habla de “construir una mayoría electoral”. Esta opción recibe el aval de 71,6% de los chavistas moderados, 74,6% de los extremos y 67,7% de los independientes“, pero para construir esa mayoría electoral, no es suficiente solo con un sector del país.
Un nuevo desafío
Hallar lo que nos une nunca había sido un imperativo como en este momento. Es posible que, y sobre todo en los últimos tres lustros, el esfuerzo desplegado para marcar nuestras diferencias haya sido superior a la búsqueda de los intereses que nos unen. Lo estamos viviendo con incredulidad, aquello que a veces luce como inercia o indiferencia. Pero en realidad de lo que se trata es de evasión, temor de reconocer que ya no nos reconocemos como la sociedad que solíamos ser.
Nuestra realidad política cambió a tal punto que no es exagerado decir que será imposible que vuelva a ser lo que fue, sino que además es muy probable que tampoco sea nada parecido a lo que aspiran en este momento todos los sectores de la sociedad, que también han cambiado. Los actores políticos han cambiado (unos por las circunstancias y otros porque son nuevos en la escena), así como el modelo de ejercicio del poder, no solo por causa de la novedosa institucionalidad, sino por su misma praxis política.
El momento de la organización
Luego de quince años en el poder, todos los errores cometidos, las políticas desacertadas y la ilusión revolucionaria se combinan en lo que se revela como una crisis estructural, que afecta a todos los sectores y que no distingue filiación política; la inseguridad personal, la escasez de artículos de primera necesidad y las fallas en los servicios públicos, no son exclusividad de un sector en razón de sus preferencias políticas. Se trata de lo poco que efectivamente se encuentra democratizado en el país.
Esta nueva realidad política se manifiesta en un escenario complejo, agotado por los años de confrontación entre el poder y sus adversarios, en el que adquiere relevancia la capacidad de organización de los partidos políticos, en una tarea impostergable porque de ella depende que ocurra un verdadero cambio. Los partidos políticos, por su naturaleza, a diferencia de los grupos de presión, pueden lograr articular y agregar intereses de sectores diversos, sin que por ello se comprometan sus intereses particulares.
Es el momento de encontrar las coincidencias que puedan unir al país en una estrategia común, no es suficiente un sector frente a otro, es necesario que quienes padecen las consecuencias de la crisis económica y social, se esfuercen por superar la crisis política mediante un compromiso de salvación nacional.