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El suicidio de la oposición

Tanto Leopoldo López como Henrique Capriles quieren ser presidentes. Eso no sería problema si estuviésemos bajo un régimen inequívocamente democrático, pero este no es el caso. Para que ambos puedan concretar sus aspiraciones, deben primero luchar por lograr el cambio en las condiciones del proceso político venezolano, que no necesariamente se produciría con la salida del actual presidente.

Partiendo de esta premisa, y de acuerdo con la racionalidad política, lo que debería estar ocurriendo en el seno de la oposición es un esfuerzo conjunto para lograr unas condiciones más idóneas para que se produzca esa competencia en condiciones justas, sin embargo, en lugar de ello lo que hay es una lucha encarnizada entre ambas aspiraciones, profundizando aun más en la debilidad de la Oposición.

PRIMERA PREMISA: Una oposición unida no implica renunciar a intereses particulares

Lo que cada ciudadano que aspira recuperar la calidad de vida -deteriorada por el proyecto político chavista- debe preguntarse, es si este comportamiento está dando los resultados esperados. En qué medida ha contribuido la fractura opositora para alcanzar sus objetivos y cuánto sería capaz de lograr si actúa de manera distinta.

La pregunta es pertinente porque nos obliga a contextualizar el escenario político venezolano, en el que la oposición representa un espacio heterogéneo con múltiples actores políticos que defienden una diversidad de intereses, pero en el que debe prevalecer el objetivo común que es la razón de su alianza. Esto lejos de ser un problema, debería ser aprovechado para articular los distintos intereses de misma sociedad, que no siendo homogénea en su visión política, espera ser representada por los actores políticos en la expresión de sus demandas.

SEGUNDA PREMISA: La diversidad de intereses políticos requiere de niveles más eficientes de representatividad

Ser moderado es una posición política, como lo es también ser radical o extremista. El problema está en imponer una u otra sin contar con el concurso de la mayoría, lo que dejaría de ser un ejercicio democrático. Esto se relaciona de forma directa con la estrategia y la táctica, que en la oposición pueden distinguirse claramente dos corrientes. En cualquier escenario político, la medición de fuerzas se expresa a través del uso de diversas herramientas, pero sobre todo de la electoral.

Las mediciones electorales arrojan resultados concretos, los sondeos de opinión contribuyen a describir un escenario a partir del cual los distintos actores definen una estrategia y sus correspondientes tácticas, para mediante la oferta electoral, alcanzar el poder que le permita responder a esas demandas. En un escenario competitivo, la opción que más se acerca a las expectativas del electorado es la que resulta favorecida, pero esto no implica la exclusión de aquellas que no alcancen la mayoría. Aprender a convivir con todas estas expresiones es parte del proceso de democratización.

TERCERA PREMISA: Las diferencias son necesarias, de no resolverse, minimizan las posibilidades de triunfo electoral de una coalición

Uno de los resultados más preocupantes que arrojan los sondeos de opinión en Venezuela es la percepción que se tiene sobre el manejo de la oposición. Sin duda que son los propios partidos políticos y su dirigencia los responsables del deterioro de imagen de la coalición opositora, porque constituyen su columna vertebral.

No hay nada más importante en cualquier coalición política que la capacidad de negociación y acuerdo, sin estas competencias, es predecible la precariedad en términos organizacionales de esta estructura, que en el caso de la Unidad opositora, ha sido su gran debilidad. Una coalición política constituida por corrientes en su mayoría antagónicas desde el punto de vista de sus principios y programas, depende de su capacidad de organización, negociación y acuerdo para ser exitosa. La Oposición venezolana necesita de la Mesa de la Unidad Democrática, pero no al revés.

CUARTA PREMISA: Unificación de los objetivos de la Unidad democrática

En cualquier organización, de la naturaleza que sea, los objetivos y metas son la base fundamental a partir de la cual se estructuran las estrategias, identificando para ello los recursos y medios necesarios para lograrlo. En la Oposición esto ha sido probablemente la razón de la enorme vulnerabilidad que muestra la Mesa de la Unidad Democrática: los objetivos y metas no necesariamente son los mismos.

No hay garantía de que la salida del Presidente Maduro del poder sea la acción política necesaria para cambiar el rumbo actual del país, debido en gran medida a que el problema estructural de Venezuela tiene que ver con la naturaleza misma del régimen, por lo que el cambio no solo debería darse en el Ejecutivo sino conjuntamente en el resto de los poderes públicos, que en ningún caso ocurrirá exclusivamente con la salida de Maduro de la presidencia, y si es que se quiere actuar dentro de los límites de la Constitución.

Por eso insistimos en el problema que acarrea el crear falsas expectativas, frente a demandas que no serán satisfechas y que generarán aun mayor frustración no solo con respecto al Gobierno, sino especialmente en relación a la conducción de la oposición política. Esto lejos de beneficiar a algún sector de la oposición, debilita a toda la coalición, porque en un escenario político como el venezolano, se requiere del apoyo de aquellos que tomaron distancia del gobierno, pero que todavía no sienten la suficiente confianza en la oposición democrática como para otorgarlo.

PERSPECTIVAS A MEDIANO PLAZO

Esta semana asistimos al congreso de LASA 2015, una oportunidad para encontrarse con las distintas perspectivas sobre los estudios latinoamericanos y muy especialmente, sobre el tema de los autoritarismos y los procesos de democratización de la región. En un panel sobre los partidos autoritarios sucesorales se produjo una muy interesante discusión, que aunque Venezuela no era objeto específico de la muestra del estudio, su caso fue mencionado al plantearse las perspectivas de la región. Ante nuestra inquietud por el tema electoral en Venezuela, y el comportamiento de los actores políticos, Steven Levitsky respondió que lejos de anticipar un PSUV debilitado por la pésima gestión de Nicolás Maduro, es posible prever un escenario de rescate del “legado” de Hugo Chávez con el probable sacrificio en un referendo revocatorio promovido por el propio chavismo, por lo que no es suficiente contar con el mediocre desempeño de Maduro para garantizarle el poder a la oposición.

Posteriormente, en un panel con Jennifer McCoy, discutiendo el tema del acompañamiento de la comunidad internacional en el proceso de resolución del conflicto político venezolano, McCoy hizo una aclaratoria sobre las diferencias entre Chávez y Maduro en cuanto a la importancia que le otorgan a la opinión pública internacional, pues mientras que Chávez se cuidaba del juicio de la comunidad internacional sobre su mandato, a Maduro no le parece relevante.

Llamo la atención sobre estos dos aspectos, de los muchos discutidos a todo lo largo del congreso, porque para efectos de la estrategia opositora, elaborar un discurso considerando estas dos variables tendrá incidencia en la capacidad de penetración de la Unidad como alternativa en sectores que tradicionalmente han sido leales al proyecto chavista.

Para Levitsky, el chavismo tiene larga vida, no hay que subestimar su capacidad de recuperación y mucho más,  añadimos, con una oposición tan debilitada por la absurda fragmentación producto de una competencia presidencial que no estamos seguros cuándo ni cómo se producirá. Mientras que, por otro lado, esperar que la sensibilización de la comunidad internacional tenga alguna incidencia en la salida inmediata del poder de Maduro, es ignorar que cualquier medida deberá estar contemplada por la Constitución y que en el caso concreto de Maduro solo podrá ser por la vía de un revocatorio o de su renuncia, por lo que la comunidad internacional se limitará a abogar por una solución pacífica dentro de los límites constitucionales.

RETOS PARA LA OPOSICIÓN

La oposición no solo debe reinventarse sino comprometerse en un esfuerzo colectivo, que por una parte significa organizar de manera eficiente el trabajo y por otra, presionar para obtener garantías y condiciones justas de acuerdo al marco normativo. En este momento, la oposición democrática demuestra todo lo contrario, al concentrar su esfuerzo en un absurdo pulso por el liderazgo político que no tiene incidencia alguna en la disminución de los niveles de conflictividad política persistentes. La lucha por una corona imaginaria diluye los esfuerzos y acrecienta la ansiedad debido a que no termina de provocar la tan ansiada salida del chavismo en el poder.

De continuar en esta dinámica corrosiva, en la que cada vez que se espera que la crisis interna de paso a una tregua, surge un evento desestabilizador que profundiza las diferencias, llegado el momento en que el chavismo no pueda continuar al frente del Gobierno, esta oposición no estará en capacidad de conducirnos hacia la tan ansiada transición democrática, porque antes terminará devorándose a sí misma. Por eso, para quienes estudiamos la Ciencia Política y los comportamientos de los actores políticos, el caso venezolano es el ejemplo de todo lo que no debe hacer una oposición democrática que verdaderamente aspire al poder.

El suicidio de la oposición se encuentra en ese comportamiento errático, que la lleva a sabotearse a sí misma cuando alcanza algún logro significativo (resultados electorales de 2007, 2010 y 2013), cuando cree que la protesta por sí sola o la ayuda internacional son suficientes para provocar la salida del poder del chavismo. Por eso ese ciclo perverso de euforia y depresión porque se equivocan al confundir estrategia con táctica. Mientras se crea que sustituyendo la meta por la herramienta se alcanza algún objetivo, seguirá esta colección interminable de frustraciones.

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SOBRE ENGAÑOS Y OTRAS DEBILIDADES

A veces es inútil intentar una reflexión honesta si no exponemos la totalidad del contexto, omitiendo algunos elementos para no profundizar en las divisiones, sin embargo, llega un momento en que es inevitable. Durante más de dos años hemos sido testigos de una lucha incansable por el “liderazgo” político venezolano, ignorando intencionalmente que eso no constituye un cetro por el que se compite en un certamen, sino que responde mucho más a la demostración de carácter y proposiciones políticas, que se reúnen en un individuo pero que de ningún modo significa que en el espectro político el liderazgo se limite a una sola individualidad, y allí es donde se encuentra el primer engaño que tiene paralizada la actividad política opositora en Venezuela: creer que se trata de UN solo liderazgo, convirtiendo la discusión política en una lucha personal (de egos) y no de confrontación entre propuestas políticas divergentes. A este engaño se están dejando someter y algunos lo promueven conscientes de que se trata de un desvío de las tareas impostergables para la Oposición. Por eso la molestia que generan las criticas de complicidad con el régimen, reaccionando con peligrosas acusaciones personales de patriotas cooperantes, cuando eso solo es una proyección.

Un segundo engaño es creer que la popularidad es el veredicto para hacerse con el cetro, obviando intencionalmente los fracasos reiterados en las estrategias políticas trazadas fuera de los acuerdos de la Unidad Democrática, solazándose en números que solo demuestran la solidaridad de una sociedad consciente de un muy injusto encarcelamiento, pero que en cuanto a las estrategias políticas propiamente (compartidas tanto por López como por Machado y sus respectivas organizaciones políticas) hay rechazo y escaso apoyo para acciones futuras de la misma índole: la gente no cree que “tumbar” a Maduro sea la solución, la propuesta de Machado (que no llega al 5%) es compartida en buena medida por López, entonces no se trata del “liderazgo”, sino del liderazgo y la propuesta. De la salida de Maduro, saltaron a la Constituyente, para terminar en las elecciones de la Asamblea Nacional, que desde un principio se alertó de su importancia para desmontar el sistema. Respaldamos la exigencia de la libertad plena de López y de todos los presos políticos, así como la restitución de los derechos a Machado, pero eso no está asociado a acompañar su propuesta política. Segundo engaño.

El tercer, y más grave, engaño es la percepción de que el problema se resuelve exclusivamente con la salida del poder -por la vía que sea- de Maduro. Ese posiblemente sea el peor de todos los engaños a los que se somete la sociedad venezolana (y en esto es la propia gente responsable), porque sería desconocer que el régimen político chavista fue construido sobre un entramado institucional asegurado por un marco jurídico profundamente ideologizado y controlado por factores políticos que están más allá del Ejecutivo, tienen raíces solidas que no se terminan en el Ejecutivo. El problema no es Maduro, es el sistema. Para desplazar a ése sistema no es suficiente la salida de Maduro, es imprescindible sustituir los principales cargos de TODAS las instituciones y eso no lo resuelve su desplazamiento del Ejecutivo.

En este mapa de engaños, hay responsabilidades individuales, colectivas, omisiones y mucha ingenuidad. En otros casos hay mala voluntad. Pero de lo que sí debemos estar seguros es que si no hay acuerdos políticos entre todos los intereses agrupados en la Unidad Democrática será imposible lograr resultados favorables en las venideras –de haberlas- elecciones parlamentarias. No se trata solamente de los acuerdos electorales sino de las condiciones favorables para desarrollar propuestas legislativas orientadas por ese espíritu unitario. Si la Oposición parlamentaria no trabaja como un bloque unido, ganar la mayoría en la Asamblea Nacional carecerá de sentido y eso deben resolverlo ahora y no depende de Capriles o López. Sigo con mi insistencia en el tema de la madurez política: llegó la hora.

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