¡No volverán!

Contra todos los pronósticos, y no sin una buena dosis de preocupación, asistimos –en la distancia- a lo que prometía ser un día de mucha intensidad. No se trataba solo de la recuperación de un espacio político en condición de mayoría, porque el regreso de la Oposición al Parlamento ocurrió en 2010, sino de la contradicción con un proyecto político construido sobre la base de la negación del otro, prometiendo un inevitable choque entre dos visiones: una democrática y otra autoritaria.

 

Las acciones de última hora tomadas por el Ejecutivo, modificando la Ley del BCV entre otros asuntos, daban a entender que al gobierno no le quedaba otro camino que dejar a la Oposición instalar la Asamblea Nacional, como el mismo Maduro lo admitiría. Sin embargo, conociendo el talante antidemocrático de los diputados del PSUV, sabíamos que sería una jornada muy difícil. Las primeras escaramuzas tuvieron lugar temprano, el día antes, cuando el Diputado Ramos Allup se acercó al Palacio Legislativo, presagiando lo peor para la instalación del nuevo Parlamento. Pero no fue así.

 

Juegos de miedo

 

Los temores sobre el acceso de los Diputados al recinto, el despliegue las hordas del chavismo apostadas en los alrededores, la animadversión de los trabajadores del Palacio Legislativo, todo aquello que forma parte del paquete revolucionario, si fue dispuesto para ello, no pudo detener a los Diputados de la MUD quienes llegaron a asumir su tarea, la de ser la palanca para la recuperación institucional, un verdadero desafío en las actuales circunstancias porque pese a lo abrumador del triunfo, las condiciones del país son de extrema gravedad.

 

Esa recuperación institucional todavía es muy imprecisa, no hay un amplio entendimiento de lo que ella implica, no solamente para el chavismo sino para la propia oposición. Han sido diecisiete años de sometimiento a un modelo político de naturaleza autoritaria que por esta razón no admite contrastes, hay una generación que no conoce otra forma de ejercicio del poder. Cambiar las instituciones también comprende un cambio de mentalidad y eso es un enorme desafío.

 

 

Una nueva institucionalidad

 

El país espera que la institucionalidad retorne, eso significa el rescate de los valores democráticos perdidos en un proyecto político autoritario que usó los mecanismos de la democracia para llegar al poder y conservarlo; esa circunstancia no democratizó al chavismo, al contrario, hizo de la democracia venezolana un híbrido con tendencia autoritaria, por lo que la tarea es aun mayor al tratarse no tanto de recuperar, como de mostrar la funcionalidad institucional.

 

En este sentido, la etapa que comienza es de aprendizaje tanto para el chavismo como para la oposición, tantos años de autoritarismo hacen mella en quienes han estado deshabituados a las prácticas democráticas. Ayer tuvimos un adelanto del complejo proceso que tendrá lugar en la Asamblea Nacional, y en el que los 112 diputados de la MUD desempeñando actividades parlamentarias deberán mostrar su apego por las formas de la democracia, reivindicando la majestad del Poder Legislativo extraviada a lo largo de años de subordinación al Ejecutivo.

 

¿No volverán?

 

El chavismo hizo de la exclusión la razón de su existencia, no solo por la vía jurídica e institucional el régimen político debilitó el rol opositor, sino que se ha valido de las formas más oscuras de la política para anular su presencia, evadiendo el debate y la confrontación de ideas, algo a lo que el chavismo siempre ha temido, y que ayer en su despedida como mayoría parlamentaria dejó en lastimosa evidencia. El chavismo prometió que las prácticas políticas del pasado no volverían, que quienes condujeron la democracia, esa que permitió el ascenso al poder de Hugo Chávez, quedarían de por vida condenados al ostracismo.

 

Con ese no volverán prometieron el olvido, no solo de aquellas prácticas políticas condenables, sino de los valores propios de la sociedad venezolana: solidaridad, humanidad, convivencia, respeto, tolerancia. Nos acostumbramos tan rápidamente a esa forma de actuar, pendenciera e intolerante, que ayer a ratos no supimos distinguir a chavistas de opositores, el hemiciclo al que el chavismo convirtió en una suerte de coliseo degradado, mostraba unos aspirantes a gladiadores que no supieron respetar la majestad del recinto que ocupaban ni el cargo que ostentaban. El llamado de Ramos Allup a respetar el hemiciclo fue el primero de muchos que seguramente tendrá que hacer, y no solo dirigido a los chavistas.

 

Lo que no debe volver es esa actitud que tanto hemos criticado al chavismo de irrespeto por las formas, que un diputado –sea de la tendencia política que sea- actúe en el Palacio Legislativo como si se encontrara en un patio de bolas debe ser rechazado sin ninguna contemplación. Lo que no volverá es el discurso de negación de la minoría parlamentaria, eso sí, ajustada a de los parámetros normativos y procedimentales. Lo que no volverá es el discurso de odio, de humillación al que el chavismo se acostumbró en su trato con la Oposición. Y la Oposición no puede caer en la tentación de apropiarse de ello.

 

Esto cambió

 

El chavismo fue a la Asamblea Nacional en pleno duelo, los discursos de Rodríguez, Díaz, Ortega y Agüero evidenciaron la desconexión del chavismo que los condujo a la pérdida de la mayoría parlamentaria. No hay articulación frente al descontento, mucho menos a las demandas sociales, siguen anclados en un eje ideológico del que se ha distanciado la mayoría. En una actitud irrespetuosa, la fracción oficialista trató de convertir la instalación de la Asamblea Nacional en un espectáculo bochornoso, con sus intervenciones, sus “barras bravas” y su ardid para la retirada, intentando sembrar la idea de la pérdida de legitimidad del acto y de sus participantes.

 

El retiro de la fracción del PSUV luego de la instalación de la Asamblea Nacional no conducirá a su deslegitimación, como tampoco lo fue cuando la Oposición en 2005 se abstuvo de participar en las elecciones parlamentarias. La pérdida de legitimidad no la determina el sujeto político, sino quienes califican a ese sujeto político. La legitimidad del chavismo fue cuestionada el 6D, el resultado le permitió a la MUD alcanzar la mayoría calificada que el Gobierno, mediante la subordinación de Tribunal Supremo de Justicia, está intentando desconocer en un acto carente de legitimidad y legalidad.

 

Esto cambió, ahora es el chavismo el que intenta por todos los medios quebrar la voluntad de los electores, desconociendo su mandato para imponer por vía judicial lo que no pueden alcanzar electoralmente. Esto cambió porque el chavismo ya no puede exhibir sus victorias electorales, cambió porque la Oposición entendió que la diferencia no la hace el oponerse a quienes están en el poder sino a proponer otras formas de ejercerlo. Esto cambió porque el país necesita superar el odio, la confrontación y la animosidad; la Oposición ganó un voto de confianza, ahora le tocará en su labor parlamentaria hacerlo valer. Esto cambió, y no volverán los que odien y desprecien a quienes piensan distinto, sean quienes sean.

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