Hace unos años, cuando estaba en el activismo político, fuimos a Caracas a entregar las firmas recogidas para el primer intento de convocatoria del RR contra Hugo Chávez (Agosto-2003). Recuerdo que salimos de Valencia la noche anterior y ya por La Cabrera estaba cerrado el paso, nos tuvimos que desviar por El Consejo, donde nos recibieron unos Círculos Bolivarianos con “fogatas” impidiéndonos el paso. Finalmente logramos llegar a Caracas, para marchar hasta el CNE, siendo recibidos por una comitiva de motorizados armados bajo las órdenes de la difunta Lina Ron, quien disfrutó muchísmo viendo a sus malandros amenazándonos. Logramos salir de ahí gracias a la GN que nos sacó en una unidad de transporte. Las firmas fueron entregadas después de la acostumbrada rutina de las lacrimógenas. El gobierno jamás la ha puesto fácil, desde que el chavismo llegó al poder muchos tuvimos que convertimos en expertos en la materia, y mucho más si hacíamos vida en la universidad pública donde lacrimógenas y colectivos chavistas son parte del ambiente. Como en toda lucha, hay que saber si se tiene la capacidad suficiente para enfrentar al adversario. A diferencia del régimen, los ciudadanos venezolanos solo tienen el respaldo de la Constitución y el derecho al ejercicio de sus libertades políticas, no cuentan con armas ni pretenden nada distinto que la legítima aspiración a un cambio de gobierno por la vía de una consulta, esto es del Referendo Revocatorio. Quienes desde el gobierno suponen que el Referendo Revocatorio es un llamado a desconocer el gobierno de Maduro, ignoran los principios fundamentales de la democracia participativa que abrazaron como bandera en la Constitución de 1999. Pero también aquellos que creen que basta una movilización para producir el abandono del gobierno, están perdiendo de vista que este proceso político es de largo aliento. No será fácil, pero mirando hacia atrás, nunca como ahora ha habido la posibilidad de alcanzarlo.